Jamás creí que te dignases parar tu atención en la triste historia de un desterrado, que vaga por escondidos vericuetos, o salta por ásperas peñas a manera de silvestre corzo, sin que en muchos años haya podido inclinar con reposo su cabeza en los blandos y mullidos almohadones a que acostumbrado estaba; la dura tierra, y cuando más, mi lecho de musgo, es la mansión del que otras veces vivía en los dorados salones de ese mismo palacio donde ahora habitas. ¡Ah! Perdona a un infeliz si se extiende demasiado en narrar sucesos que quisiera sepultar en profundo olvido, o si amargas imprecaciones contra sus implacables enemigos salen de su pluma; me han hecho tanto daño que no debes notar que olvide algunas veces que escribo a una distinguida cristiana, amante de las glorias de su patria como yo de las de la mía.

Mi padre, cherife de Benastepar, era amado singularmente de todos por sus virtudes y conocimientos militares; las bases, pues, de mi educación fueron el santo respeto al poderoso Alá y a su ilustre profeta, el amor a la libertad e independencia, el desinterés y la caballerosa generosidad. Quiso mi tío Almanzor Almadan, gobernador y alcaide principal de Ronda, tenerme a un lado y adiestrarme él mismo en los militares ejercicios; las frecuentes escaramuzas y encuentros que con los cristianos fronterizos, y en especial con los de Teba, Cañete y Zahara teníamos, prestaban ocasión a que nuestra nobleza se adiestrase de contino en las armas; un día, por nuestra fatal desgracia acercose hasta el llano de los frontones don Rodrigo Ponce de León corriendo la tierra con más de quinientas lanzas, y mil peones, y llevose por presa cantidad considerable de ganado; tocose alarma y salimos como leones de la ciudad. ¿Y qué importa que rescatásemos casi todo el botín si una lanzada atravesó el pecho de mi valeroso tío? Súpose esta desventura al tercer día en Granada; mucho sintió el rey Boabdil su desastrosa suerte en tan ocasionados y borrascosos tiempos, y nombró para sucederle a mi padre Hamete Alhaquím, por lo cual nos trasladamos al palacio de los gobernadores que es cual os he dicho la casa que hoy habitáis.