Cristobalina Fernández de Alarcón y la poesía de circunstancias
Published online by Cambridge University Press: 08 March 2023
Summary
En la transición de los siglos XVI y XVII la ciudad de Antequera, a la sazón mediano núcleo de población de importante actividad comercial y agrícola, revela una destacada vida cultural en la que parecen haber intervenido diversas circunstancias. Su enclave, paso casi obligado en las comunicaciones entre las cercanas Sevilla, Granada y Málaga, debió de desempeñar un papel relevante en ese desarrollo, en contacto con núcleos de notable producción literaria, como las dos primeras ciudades mencionadas o Córdoba; también suele considerarse al respecto la cátedra de gramática de su iglesia colegial, que a lo largo de un siglo atrajo, por períodos suficientemente amplios como para ejercer una influencia significativa, a preceptores de la talla intelectual de Juan de Vilches, preceptor allí desde 1530 a 1566, Juan de Mora, desde 1570 a 1593, o Juan de Aguilar, desde 1599 a 1634 (Requena 236–39, 242–48). En las últimas décadas del XVI y primeras del XVII, la ciudad vive una intensa actividad poética, tanto en latín como en castellano; tal florecimiento se complementa con la destacable conformación en dicho ámbito, en el espacio de unos veinticinco años, de tres colecciones de diversa intención que, sin pretender ceñirse a los ingenios de Antequera y sus alrededores, recogen con evidente generosidad la producción de estos: la Primera parte de las Flores de poetas ilustres (Valladolid, 1605), compilada para su impresión por Pedro Espinosa, y los dos manuscritos conocidos hoy como Segunda parte de las Flores de poetas ilustres, recogido por Juan Antonio Calderón hacia 1611 y dedicado a don Diego López de Haro, Marqués del Carpio, y Cancionero antequerano, recopilado por Ignacio de Toledo y Godoy, tal vez por simple afición personal (Ed. Lara Garrido 25), hacia 1626–1628. Las afinidades y línea de continuidad en cuanto a concepción y plasmación poética que se advierten entre la obra del poeta nacido en Lucena, pero formado en su juventud en Antequera, Luis Barahona de Soto (1547 ó 1548–95), la producción primera del antequerano Pedro Espinosa (1578–1650), la de otros autores de la ciudad como Luis Martín de la Plaza (1577–1625) o Juan Bautista de Mesa (†1620), así como de otros nacidos o afincados temporal mente en Granada—entre ellos el también antequerano Agustín de Tejada (1567–1635)—han venido propiciando una consideración conjunta bajo el concepto de grupo o poesía “antequerano–granadina” (López Bueno 139–67, Lara Garrido Del Siglo de Oro 165–71). En este contexto antequerano, con relaciones ocasionales o estables con otros círculos poéticos, la figura de Cristobalina Fernández de Alarcón destaca en medio de cierta tradición de mujeres con afición a las letras en la ciudad, como, con anterioridad, Catalina de Trillo (ca. 1522– p.q. 1596), y Luciana e Hipólita de Narváez, al parecer contemporáneas de doña Cristobalina, por su inclusión, junto con esta, en las Flores de Espinosa (Díez Fernández; Molina Huete, La Trama 201–25).
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- Studies on Women's Poetry of the Golden Age<I>Tras el espejo la musa escribe</I>, pp. 123 - 148Publisher: Boydell & BrewerPrint publication year: 2009