Hostname: page-component-77c89778f8-5wvtr Total loading time: 0 Render date: 2024-07-23T06:15:33.789Z Has data issue: false hasContentIssue false

Don Rafael Maria de Labra: Autonomista Espanol

Published online by Cambridge University Press:  02 January 2018

Extract

La cuestión colonial fué comprendida por muy pocos políticos españoles del siglo XIX. Pi y Margall fué uno de ellos, si bien cuando llegó al poder no hizo nada. Prim fué otro. Según uno de sus biógrafos, “pensó en conceder la autonomía para después llegar a la independencia, y, cuando pensaba ya en triunfar, librado a nuestro país del cáncer que le consumía … aconteció el vil asesinato de que fué víctima.”1 El tercero fué Rafael María de Labra (1840-1918), a quien nadie excedió en señalar los vicios y pecados de la colonización española.

Verdaderamente sorprende hoy el olvido en que se tiene a un hombre que dedicó lo mejor de su vida a la defensa de los intereses antillanos. Porque América — hay que decirlo — fué su obsesión, no sólo durante los días de la colonia sino después, cuando ya perdidos los últimos restos del imperio español se dedicó a cultivar la intimidad americana y a fomentar la unión espiritual de España con las repúblicas hispanoamericanas.

Type
Research Article
Copyright
Copyright © University of Miami 1960

Access options

Get access to the full version of this content by using one of the access options below. (Log in options will check for institutional or personal access. Content may require purchase if you do not have access.)

References

1 Rivas, Natalio, Narraciones contemporáneas (Madrid, 1953), p. 224.Google Scholar

2 La República y las libertades de Ultramar (Madrid, 1897), p. 269.

3 Aun en 1892 contestaba Sagasta a Labra en el Parlamento: “Tengo miedo a la autonomía, muy expuesta a que venga tras de ella la emancipación …; autonomía en lo político, algo que merme la soberanía de la nación, eso, jamás; ésa es la valla insuperable que hay entre los autonomistas y los liberales” (Véase La República, p. 208).

4 Aunque Labra nunca se atrevió a pedir abiertamente la independencia para Cuba, se percibe en sus escritos tal posibilidad. Ya antes de 1869 escribía: “El porvenir independiente de Cuba es [hoy] una locura,” pero añadía, “al menos en un porvenir inmediato.” Años más tarde declaraba que había venido haciendo una política “de alcance internacional que hiciese posible … la reconstrucción, bajo nueva forma de aquel grande imperio hispano-americano que el siglo XVIII entregó a los embates afortunados de la Revolución contemporánea” (El Congreso pedagógico hispano-portugués-americano de 1892, p. 266). Nótese bien lo de nueva forma, con lo que sin duda quiso indicar su sueño de un núcleo federativo, una Commonwealth.

5 La primera vez que ocupó la tribuna del Ateneo de Madrid, allá por 1870, decía que nadie sentía gusto por los estudios de política colonial y que él era “de los pocos — quizá el único — que en estos momentos solicitan la atención del público sobre los asuntos coloniales” (Política y sistemas coloniales, p. 7).

6 La crisis colonial de España (Madrid, 1901), p. 4 y La reforma política de Ultramar (Madrid, 1901), p. 330.

7 Carta que a varios electores del distrito de Infiesto dirige su ex-diputado a Cortes (1872), p. 18.

8 España y América. 1812-1912 (Madrid, 1912), p. 179. Aunque muchos de sus enemigos políticos le motejaban de criollo, y por lo tanto inspirador de poca confianza, Labra se confiesa español por los cuatro costados: “En Madrid me he educado desde los diez años: de esta universidad he recibido favores sin cuento: aquí trabajo como abogado: amo esta tierra con delirio: sobre ella he de morir, porque a ella estoy íntimamente ligado: me enorgullezco repitiendo el sagrado nombre de mi patria …” (A varios electores de Infiesto, págs. 18-19).

9 La crisis colonial, p. 5.

10 La autonomía colonial en España (Madrid, 1892), p. 128 y Meeting en él Teatro de la Alhamhra (Madrid, 1881), p. 21.

11 La autonomía colonial, págs. 220-221.

12 La cuestión colonial (Madrid, 1869), p. 77. Con verdadera oratoria decimonónica describía en 1892 los encantos de la Grande Antilla: “La región más riente y atractiva del espléndido mundo …; tierra de espejismos, contrastes y encantos que a la entrada del Golfo Mejicano se adelanta a recibir con las brisas del Atlántico las ideas, las artes y los gustos de la refinada Europa, y que surgiendo entre el puñado de islas, palpitantes de color y ahitas de perfumas, que forman el archipiélago antillano, parece la más festejada por las espumas del mar y los resplandores del cielo, ofreciendo propicio escenario a todas las clases y todas las razas … y lugar de cita y compenetración a las grandes influencias latina y sajona que ahora se disputan en el hemisferio colombiano, todavía más que en el viejo continente, la dirección de la sociedad contemporánea” (Congreso Pedagógico, p. 265).

13 La cuestión colonial, loe. cit,

14 Conviene advertir también que en algunos casos pudo representar algún distrito de la Península. En 1894, por ejemplo, el partido republicano le puso de candidato por Madrid (salió elegido otro candidato menos conocido), pero renunció a la candidatura por estimar que la representación cubana le ofrecía la oportunidad de “hacer una campaña rompiendo con el retraimiento que yo he combatido siempre en todas partes” (La república y . . ., p. 202, nota.).

15 Preparando la revolución (La Habana, 1936), vol. 2, p. 185.

16 Sanz, promotor de la conciencia separatista de Puerto Rico (San Juan, 1956), págs. 73 y 168.

17 A los electores de Sabana Grande. (Memorandum sobre la campaña parlamentaria de 1872), p. 31.

18 Diario de Sesiones, t. 239, pág. 3060.

19 La reforma política, p. 331 .

20 Mi campaña en las Cortes españolas de 1881 a 1883 (Madrid, 1885), págs. xiii y xiv.

21 Preparando la revolución, v. 2, p. 45.

22 Congreso pedagógico, p. 276.

23 La crisis colonial, p. 150; La autonomía colonial en España (Madrid, 1892), págs. 14-15.

24 Diario de S., t. 241, p. 4078.

25 Con frecuencia alude Labra a sus esfuerzos de unir a cubanos y puertorriqueños (“menos autonomistas, pero quizá más demócratas”). En otras ocasiones solicitaba la adhesión calurosa y eficaz de “los hombres que en las Antillas y en Madrid tienen el compromiso de llevar a término feliz la empresa de libertar a nuestras provincias ultramarinas: esto es lo que pido con encarecimiento, y hasta con derecho, a mis amigos y correligionarios de Cuba y Puerto Rico” (Mi campaña en las Cortes, p. xiv.)

26 La precipitación con que querían actuar algunos antillanos le hizo exclamar en 1884: “Estoy harto del esfuerzo de los arrebatados y los impacientes, con los cuales, por mi parte, declaro, no he podido hasta ahora realizar ninguna empresa seria y considerable” (Mi campaña), p. lxxiv).

27 Mi campaña, p. xxxiii. Los periódicos antillanos sólo los leían media docena de españoles en el Ateneo madrileño. Periódico autonomista no hubo en España más que uno: La Tribuna, que apenas duró dos años, dirigido por Labra con la estrecha colaboración de Gualberto Gómez. El apoyo de otros periódicos y revistas fué circunstancial e intermitente.

28 La República y . . ., p. 204.

29 Mi campaña, p. Ix.

30 La reforma electoral en las Antillas españolas (Madrid, 1891), p. lxxi.

31 Mi campaña, p. lxxviii.

32 Es evidente que los dos partidos monárquicos que alternaban en el poder temían el voto del negro y del elemento separatista. De nada sirvió que Labra demostrara en los debates parlamentarios la injusticia de que se negara el derecho electoral en Cuba a 84,000 de los 114,000 registrados en las listas de contribución, y que hubiera distritos, tanto en Cuba como en Puerto Rico, con menos de 500 electores. “Era vergonzoso” — decía — que “las tres cuartas partes de los contribuyentes quedaran fuera de representación, haciendo posible que frente a diputados de la Península que están aquí por 20 ó 25,000 votos, ¡esté yo por sólo 28!” (Autonomía colonial, p. 160). Por su insistencia en reformas para las Antillas, Romero Robledo le castigó duramente en los debates parlamentarios del 7 y 8 de julio de 1891, acusándole de arrogarse atribuciones que el partido autonomista cubano no le había conferido y echándole en cara falsas aspiraciones, por cuanto en Cuba no faltaba libertad ninguna (Diario de S., t. 306, p. 2869).

33 A pesar de la dureza de estas palabras, no se puede decir que D. Rafael sintiera fobia a los “yanquis.” En realidad fueron pocas las veces que se dio a la invectiva contra ese país. En libros y arículos que salieron su pluma defendió abiertamente la independencia, constitución y democracia de los Estados Unidos. Ante numerosa concurrencia a un mitin abolicionista celebrado en Madrid (1881) declaraba: “Todo cuanto se diga de los progresos realizados en los cien años que lleva de existencia la República norte-americana, todo es pálido y deficiente ante la realidad.”

34 Diario de S., t. 185, p. 637.

35 La autonomía colonial, p. 171.

36 Diario de S., t. 335, págs. 1943-1944. Con razón o sin ella, Labra creía firmemente que los separatistas fuera de Cuba se mostraban más enemigos de los autonomistas, y especialmente de él, que del gobierno español (La autonomía col., p. 171).

37 Diario de Sesiones, t. 340. p. 4352.

38 La reforma colonial, págs. 65-66.

39 La República y …, pág. 196.

40 Oliva Bulnes, Juana H., en Revista Bimestre Cubana, LXVII (enero-febrero de 1951), 8788.Google Scholar

41 Véase La Tribuna (Madrid), 20 de octubre de 1882.

42 La crisis colonial, p. 6.

43 La reforma electoral, p. xxxii.

44 La reforma electoral, p. kxxív.

45 La reforma política, p. 332.

46 Cita Blanco, de Pedro González, Barcia o el Vir Bonus Dicendí (Buenos Aires, 1953), p. 100.Google Scholar En otro lugar de esta obra (p. 96) se atribuyen al mismo Barcia estas palabras: “Cuando llegó el momento de elegir en Cuba el primer Presidente de la República, a él le fué ofrecida antes que a nadie.” (En cartas que poseo de este señor, hijo político de Labra, se me asegura que hubiera sido posible encontrar confirmación de este aserto en el voluminoso y bien organizado archivo que éste poseía en su “palacio de Abuli,” cerca de Oviedo, destruido durante la guerra civil por las fuerzas “nacionalistas.”

47 Barcia o el Vir Bonus, p. 95. En el mismo lugar se nos hace ver que pasada aquella tormenta de pasiones hubo algunos que se arrepintieron de sus violentas diatribas. Barcia cuenta haber visto, años después, al mencionado Rivero “arrodillado a los pies de Labra besándole la mano y pidiéndole perdón.”

48 Diario de Sesiones, t. 240, págs. 3562-63. Sólo en una ocasión que sepamos, se vio obligado a llevar a los tribunales a dos de los periódicos conservadores más autorizados de Madrid por tratarse de un acto de difamación personal que, a su juicio, merecía castigo.

49 Véase “Los libros de Labra”, La Vanguardia (Barcelona, 21 de febrero de 1913), p. 8.

50 Política y sistemas coloniales, p. 4. Es muy cierto que sus ediciones son muy descuidadas, plagadas de repeticiones y de fechas erróneas. Y el que, como Sendras y Burín hace constar, dictaba la mayoría de sus libros y artículos en horas perdidas: mientras llegaba la hora de la comida o mientras se afeitaba y vestía.

51 Véase El Fígaro (La Habana, 1913), No. 23, p. 278.