Si el final de la guerra fría hubiera dado lugar a un mundo sin guerras, el derecho internacional y sus principios se habrían vuelto caducos. Y el mundo se habría tenido que alegrar si la terminación de la división ideológica del mundo hubiera acarreado un período historico carente de guerras. Desafortunadamente, quienes habían anunciado una era de paz tuvieron que abandonar sus pretensiones. Los agarrones entre el Este y el Oeste fueron seguidos, tras algunos cortos abrazos, por una descomunal desbandada. Los nacionalismos fanáticos, las exclusiones étnicas, los enfrentamientos religiosos e, incluso, un genocidio, abrasaron África, los Balkanes y algunas repúblicas de la Comunidad de Estados Independientes. ¿Habrá entonces que perder la esperanza en los hombres? La respuesta de una institución inspiradora y defensora del derecho internacional humanitario es negativa. El realismo de este derecho y sus principios, aunado a un rechazo de la inhumanidad de los conflictos armados, mantiene la esperanza.