El viaje que emprendiera Cristóbal Colón, así como la narrativa que se pone en marcha a partir del año de 1492, no se puede entender en su totalidad si no se le mira dentro de la historia de Europa y sus relaciones con el llamado Oriente. Ese copioso legado cultural compuesto de motivos provenientes de la antigüedad clásica, e impregnado de configuraciones elaboradas por la tradición judeo-cristiana, había ya representado por siglos a los habitantes del lejano Oriente con una cierta fascinación como bárbaros, monstruos y/o enemigos para ser temidos o conquistados. A través de este archivo cultural se fueron estableciendo las fronteras de lo conocido y lo desconocido, del adentro y del afuera, con las que se empezó a constituir la identidad europea. El triunfo sobre el monstruo, así como más tarde la colonización de sus exóticos territorios, representó el triunfo del ‘yo’ europeo sobre el otro, de lo homogéneo sobre lo heterogéneo, ofreciendo a la Europa cristiana la oportunidad de fundar y consolidar una identidad propia.

Durante la temprana edad moderna, muchos de los navegantes cristianos, empezando con Colón, identificaron inmediatamente los ‘nuevos’ territorios con los viejos de su otredad, o como una extensión de ellos, ya acreditados por la tradición cultural europea. Las maravillas de los ricos y legendarios dominios del Gran Khan que Marco Polo, Oderico de Pordenone y Juan de Mandevilla, entre otros, habían descrito en sus libros de viajes, y que tanto fascinaban a los lectores medievales, tenían sus orígenes en la larga tradición grecorromana proveniente de autores como Herodoto (c. 484–420 a.C.), Ctesias (s. IV a. C.), Plinio (23–79 d. C.), y Solinus (s. III d. C.) principalmente.

Conforme las nuevas tierras se iban posando ante la mirada atónita de los navegantes europeos, las imágenes míticas y legendarias operaban como instrumento decodificador para hacer posible la representación de ese Nuevo Mundo. La realidad de los territorios se va disipando una vez que la misión aventurera del europeo se empeña en corroborar las fuentes textuales de su propio archivo cultural que llevaba en mente aun antes de zarpar del Puerto de Palos.