Ante todo, cabe señalar que, aun hoy, no todas las situaciones post-conflictivas se caracterizan por la restauración de una verdadera paz. A menudo, se trata de un estado en que el conflicto continúa de manera más o menos larvada, que va desde actos hostiles aislados, a veces terroristas, hasta operaciones militares que, a pesar de ser beneficiosas, mantienen un clima de beligerancia. En tal contexto, resulta difícil garantizar la seguridad que es indispensable para el funcionamiento de la justicia. Este funcionamiento está, pues, condicionado por un factor de índole esencialmente política: sin un consenso real para poner término a la lucha armada es imposible restablecer un orden en que la justicia pueda ser considerada como un objetivo tangible.