En este capítulo mostraré cómo Laura Esquivel (1950–) en Como agua para chocolate (1989) y en Tan veloz como el deseo (2001), pone en práctica una (re) lectura que parodia, subvierte y desnuda tres de los mitos fundacionales de la mexicanidad: la Revolución Mexicana como hito histórico; el mestizo como figura representativa; y la familia nuclear como base de la sociedad. Este último mito se constituye a partir de los arquetipos patriarcales del machismo mexicano: una femineidad pasiva y sumisa y una masculinidad activa y agresiva.

Estos mitos fundacionales corresponden al proyecto de formación del estado-nación que se inicia en México, como en otros países, en el siglo XVIII, y que se extiende a la etapa postrevolucionaria. La construcción del México moderno que se ha asumido en torno a la familia (con la maternidad como eje), el mestizaje y la homogeneización, intenta borrar las diferencias en pos de una unidad homogénea y de una mexicanidad míticas e imaginarias que, a su vez, ocultan la heterogeneidad de quienes se identifican como mexicanos y mexicanas, excluyendo, por lo tanto, a quienes no llenan los requisitos del mestizaje o la maternidad, ni carecen de acceso a los círculos del saber, del poder y de la toma de decisiones.