Las primeras lecturas, sin orden ni concierto, que motivaron esta investigación me permitieron percibir un derroche de representaciones de subjetividades sexuales que me hizo pensar en el muy convulsionado periodo del destape posfranquista. Entre los tantos contrastes entre un fenómeno y otro salta a la vista una diferencia abismal: Fidel Castro seguía y sigue (hasta el día de hoy y a duras penas) vivo y en el poder. Estas, sin duda, son circunstancias que en buena medida condicionan mi acercamiento a estos textos. No sólo desde el punto de vista crítico y teórico, sino también político, si entendemos que la Revolución cubana fue el objeto de esperanzas en las promesas de cambios sociales que se anunciaron al inicio de este proceso.

A través de esas lecturas también percibí una segunda arista que me invitó a explorar más exhaustivamente estas producciones literarias. Me refiero al tratamiento de las identidades nacionales cubanas en estos textos. Advertí que si, por una parte, era posible apreciar cierta apertura en lo que concierne a tópicos tabúes en el canon literario cubano de la Revolución, por la otra, la “cubanía” a menudo se dispersaba hasta casi abandonar su tradicional rol de referente ineludible. Asimismo noté cómo algunos de estos escritores y escritoras economizan la inscripción de referentes nacionales a fin de disociar las subjetividades homoeróticas –socialmente percibidas como problemáticas– del contexto cubano y, en definitiva, de la identidad nacional.