El epígrafe de este trabajo anticipa el tipo de enfoque que he escogido para describir e interpretar la técnica aplicada por Quevedo para la imitación de segmentos de la poesía de Horacio pero, en verdad, es representativa de quienes componían textos literarios en el Renacimiento y el Barroco.

La obra de Horacio, como es sabido, se leyó parcialmente en siglos anteriores al XV. Sólo al publicarse sucesivas ediciones del corpus, y traducciones de los originales latinos, se incrementó el interés por su poesía en las variantes genéricas que había practicado y que comienzan a ser imitadas desde el Renacimiento. La editio princeps apareció en Venecia en 1470 o en 1471, y desde entonces los humanistas pudieron aclarar cuestiones de métrica y temática y aun la imitación horaciana de la métrica griega, además de ampliar el campo de referencias culturales que involucraba su obra.

El conocimiento de los escritos de Horacio se extendió en España cuando los programas de las escuelas de jesuitas comenzaron a incluir el De arte poetica entre las que se utilizaban para el análisis y la redacción de discursos y textos literarios, es decir, de los modelos que enseñaban a los alumnos a escribir y componer nuevas obras. Literatura y teoría literaria, o en el vocabulario de la época, poesía y poética, hicieron de este autor un importante punto de partida para la formación ideológica de los jóvenes.

La figura de Quevedo se inscribe dentro de estos parámetros sin lugar a dudas. Por un lado, fue alumno de escuelas jesuitas con lo que se confirma su conocimiento de la poética horaciana. Por el otro, lector voraz de los clásicos, siempre halló la posibilidad de mostrar cuáles fueron sus fuentes de imitación. Por tanto, las menciones del nombre de Horacio y de su obra se reiteran con frecuencia en sus textos literarios de diversos géneros.