Introductión
Antiguos como el ser humano son el dolor y el hastío. Como el ser humano, el dolor y el hastío, antiguas son la compasión y la clemencia. En todas las mitologías, no siempre el dios de los ejércitos es cruel, vengativo, vesánico. Buenos samaritanos ha habido en todos los tiempos, y quien presentó la parábola hablaba en pasado. La historia del humanitarismo y la historia de la humanidad corren parejas. Crueldad y caridad humanas, aunque no concomitantes, son inseparables.
Si la humanidad es una familia, todas las discordias, las contiendas, las guerras (desde la cainita) son fratricidas. Si seres humanos se comportan como fieras en el combate, nada impide que «animales» se comporten «humanamente», finalizadas las hostilidades. Abundan los ejemplos de brutos que, después de la refriega, tratan con lenidad al congénere vencido, inválido o muerto. La virtud que inclina el ánimo a condolerse de las miserias ajenas parece tener, en todas las culturas y en algunas inculturas, más títulos de nobleza, por obra de una simple aplicación de la ley natural, que la predisposición a reír sin reservas con quienes manifiestan desbordante alegría. Ya en el principio, era la envidia, por lo demás fuerza motriz de progreso.
Puede extrañar, a primera vista, que Santo Tomás de Aquino incluyera la cuestión de la guerra y de la paz en su tratado relativo a la caridad, y no en el correspondiente a la justicia.