“Cada uno es hijo de sus obras”, declaró vehementemente don Quijote (I.iv), reconociendo que nuestros actos marcan la genética de nuestra imagen como la de los padres deja su seña en los hijos. El objetivo de este estudio no hubiera sido posible sin la prueba fehaciente que constituye el patrimonio de los personajes históricos – Isabel y los autores – estudiados en la misma. El legado político y cultural de los Reyes Católicos, en especial el de Isabel, y las diferentes obras que lo recrean – sean éstas históricas o literarias – constituye una progenitura digna de estudio en la medida en que ilumina la naturaleza misma de la formación de la cultura y la identidad nacional española.

Contrariamente a lo que ocurre con la ley de la naturaleza, donde en general los hijos sobreviven a sus padres, en este caso los padres han sobrevivido a los hijos, quedando como testigos de su existencia, atesorando en ellos, explícita o implícitamente, la clave o claves de la hechura de esos hijos, sus sueños, sus dudas, sus metas, sus luchas y su percepción del mundo en que les tocó vivir. Del mismo modo en que la reproducción del ser humano y la perpetuidad de la especie no son trabajo de un solo individuo, la creación artística tampoco es, como han demostrado muchos teóricos, el producto de un solo ser aislado. Por el contrario, esa creación es el resultado de la suma de los agentes que afectan e influencian las reacciones de un determinado individuo a su medio y, a la vez, del genio o fuerza creativa de ese individuo. Las obras – progenitores – analizadas en este trabajo representan la fructífera labor de unos autores – hijos – que lograron sobrevivir al tiempo y al olvido gracias a las primeras.

En el caso de Isabel, sin embargo, espero haber demostrado cómo su legado nos ha llegado como una unión en la que conviven sus actos, producto directo de su esfuerzo, y la interpretación de esos actos por otras personas.