Con el advenimiento de la Revolución bolivariana en 1999, hemos asistido a un proceso de transformación del campo cultural venezolano. De este periodo datan iniciativas estatales como la Plataforma del libro y la lectura, la creación de la editorial El perro y la rana y de las nuevas colecciones de Monte Ávila y Ayacucho, y el consecuente aumento en las cuotas de publicaciones financiadas con fondos públicos. Sin embargo, los catálogos de estas editoriales no incluyen novelas que puedan proclamarse representativas de una ideoestética revolucionaria y que tengan el impacto que en su momento tuvieron las novelas del realismo socialista de la Revolución bolchevique, como fueron los casos de Lucharon por la patria y El Don apacible (Mijaíl Shólojov), La guardia joven (Aleksandr Fadéyev), Así se templó el acero (Nikolái Ostrovski), Los tejones y Edificación (Leonidas Leonov); o novelas de la Revolución cubana, como Los guerrilleros negros (César Leante), La última mujer y el próximo combate (Manuel Cofiño) y Memorias del subdesarrollo (Edmundo Desnoes). En contraste, ante estas ausencias en el campo literario revolucionario, es evidente la preeminencia de narrativas sobre el descalabro nacional desde perspectivas disidentes.

La novela venezolana del nuevo milenio se ha erigido como un observatorio crítico y creativo de la escena política en la Venezuela del periodo revolucionario. Esto comienza a ser cada vez más evidente a partir del segundo lustro del siglo en curso, cuando el conflicto político acapara la atención del campo literario nacional. En esta línea, los asedios críticos que recojo en este libro revelan un amplio abanico de corrientes temáticas y estrategias estéticas a través de las cuales se articula el tratamiento ficcional del poder político y, más particularmente, de aspectos relacionados con la militarización de la sociedad venezolana contemporánea, el autoritarismo, la crisis del proyecto revolucionario y el impacto social en su población.

El punto de partida de este estudio es la escisión del campo literario venezolano como consecuencia del reordenamiento del campo cultural impulsado por el gobierno revolucionario. El subcampo literario no alineado es demarcado tanto por los ejes temáticos de sus producciones creativas como por fenómenos extraliterarios vinculados a la participación de los autores en el debate politico nacional.